La industria automovilística europea atraviesa un momento delicado, y Stellantis, el cuarto mayor fabricante de automóviles del mundo, no es la excepción. La compañía, nacida en 2021 de la fusión entre Fiat Chrysler y el grupo francés PSA-Peugeot, ha sufrido una caída de la producción del 37% en sus plantas italianas en el último año. Esta bajada no solo se traduce en el retroceso de su actividad en el país, sino que representa la peor cifra desde 1956 en términos de fabricación de turismos, según datos del sindicato FIM-CISL.
La contracción en la producción se hace aún más evidente cuando se comparan las cifras totales: Stellantis ensambló 475.090 vehículos en Italia, un número muy inferior a las 751.384 unidades del año anterior. Este descenso se debe en gran parte a la abrupta disminución de la demanda de coches, con una contracción del 46% en ese apartado concreto, mientras que la producción de vehículos comerciales bajó un 17%. Ante la presión económica y la contracción del mercado, la empresa ha tenido que recurrir con frecuencia a planes estatales de recortes temporales de empleo para hacer frente al exceso de capacidad en sus plantas italianas.
Un panorama desafiante para las plantas en Italia
Stellantis opera actualmente cinco fábricas de vehículos en Italia, además de un centro dedicado a la producción de vehículos comerciales. Las cifras más alarmantes provienen de la planta de Mirafiori, situada en la ciudad de Turín, donde la producción se redujo un 70%. Aun así, la situación fue incluso peor en la factoría de Maserati en Módena, en pleno corazón de la afamada “motor valley” italiana, que registró un descenso del 79%. El sindicato FIM-CISL, preocupado por el rumbo de la marca del tridente, ha pedido a la empresa un plan sólido y a corto plazo que clarifique la hoja de ruta para Maserati y evite mayor deterioro del empleo y la competitividad.
En el conjunto del mercado europeo, los fabricantes se enfrentan a múltiples obstáculos: la demanda de vehículos eléctricos sigue siendo débil, las regulaciones y objetivos de emisiones de carbono en el continente plantean nuevas exigencias y la competencia procedente de China se intensifica. En este contexto, los sindicatos temen que la combinación de incertidumbre regulatoria y transformaciones tecnológicas pueda acentuar la crisis de la industria automotriz, no solo en Italia, sino en toda Europa.
Planes de recuperación a partir de 2026
Consciente de la gravedad de la situación, Stellantis anunció en diciembre un plan de inversión de 2.000 millones de euros en Italia para 2025, con la intención de impulsar la producción mediante el lanzamiento de nuevos modelos. Sin embargo, la compañía ha admitido que los resultados tangibles se verán a partir de 2026, mientras luchan por reactivar la demanda y adaptarse a la competencia global. Para afrontar el problema del exceso de capacidad y evitar despidos masivos, Stellantis ha utilizado de forma recurrente ayudas públicas en forma de esquemas de desempleo temporal, lo que ha generado debate en el país sobre la sostenibilidad de estas medidas.
Otro frente que mantiene en vilo a la industria es la iniciativa europea para reducir emisiones de carbono, cuyos objetivos entrarán en vigor a partir de 2025. El líder del sindicato FIM-CISL, Ferdinando Uliano, ha remarcado la necesidad de revisar estas metas, pues considera que la industria automovilística del Viejo Continente se halla en una encrucijada que podría perjudicar su competitividad frente a otras regiones. En vísperas de que la Comisión Europea presente su “acuerdo industrial limpio”, el sindicato ya ha anunciado que se sumará a la protesta convocada por IndustriALL Europe, prevista en Bruselas para el 5 de febrero, con la intención de defender los intereses de los trabajadores y garantizar el futuro de la industria en Europa.
Esta batalla trasciende las fronteras italianas y se convierte en un desafío para todo el sector automovilístico europeo, que se enfrenta a la urgencia de transformarse sin sacrificar empleos ni competitividad. Stellantis, con su arraigada presencia en Italia y sus grandes marcas históricas, personifica la tensión que atraviesa toda la industria: la necesidad de modernizarse, intensificar su apuesta por la innovación y consolidarse en un mercado cada vez más complejo, donde la tecnología, la sostenibilidad y la fortaleza financiera se han convertido en claves imprescindibles para la supervivencia.