Estados Unidos

SoftBank apuesta por Intel con una inversión de 2.000 millones de dólares

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Intel, uno de los gigantes históricos de la industria tecnológica estadounidense, atraviesa quizá el momento más delicado de su medio siglo en los mercados bursátiles. Tras perder el 60% de su valor en 2024, víctima de su incapacidad para capitalizar el boom de la inteligencia artificial dominado por Nvidia, la compañía ha recibido una inyección de confianza inesperada: SoftBank, el conglomerado japonés dirigido por Masayoshi Son, ha anunciado una inversión de 2.000 millones de dólares en acciones de la firma estadounidense.

El movimiento supone la compra de alrededor del 2% del capital de Intel a un precio de 23 dólares por acción, lo que provocó un repunte inmediato del 4% en el mercado fuera de horas. Para Intel, el golpe de aire fresco llega en un momento en el que necesita urgentemente demostrar que todavía tiene un papel relevante en el futuro de los semiconductores avanzados.

Intel entre la política y el mercado

La operación llega en un contexto cargado de tensiones políticas y empresariales. Intel, bajo la batuta de su nuevo consejero delegado Lip-Bu Tan —nombrado en marzo tras la presión de los inversores—, ha intensificado su apuesta por el negocio de fundición de chips, con el que aspira a convertirse en el gran fabricante para terceros dentro de Estados Unidos. Sin embargo, hasta la fecha no ha logrado asegurarse clientes de peso, un vacío que ha frenado la expansión de su modelo y que genera dudas entre analistas y accionistas.

La situación ha despertado también la atención de Washington. La Casa Blanca considera a Intel un activo estratégico, pues es la única empresa estadounidense capaz de producir semiconductores de última generación, un terreno cada vez más sensible en medio de la pugna tecnológica global. El propio presidente Donald Trump llegó la semana pasada a pedir la dimisión de Tan, aunque días después se reunió con él para explorar posibles vías de apoyo estatal, incluida la entrada directa del gobierno en el capital de la empresa.

El respaldo de SoftBank, por tanto, no solo tiene un peso financiero, sino también político: refuerza la posición de Intel en un momento en el que Estados Unidos busca asegurar su autonomía en la cadena de suministro de chips, clave para la defensa, la inteligencia artificial y la computación en la nube.

SoftBank y su imperio en los semiconductores

La inversión en Intel es un nuevo capítulo en la estrategia expansiva de SoftBank dentro del universo de los chips y la inteligencia artificial. En 2016, la firma japonesa adquirió Arm por 32.000 millones de dólares, una operación que hoy se percibe visionaria, ya que la diseñadora británica de procesadores ha multiplicado su valor hasta rondar los 150.000 millones.

Desde entonces, Masayoshi Son ha redoblado su apuesta por la infraestructura tecnológica. Este mismo año, SoftBank anunció la compra de Ampere Computing, otra diseñadora de chips, por 6.500 millones de dólares. En paralelo, ha impulsado iniciativas conjuntas con OpenAI y Oracle dentro del megaproyecto “Stargate”, con el que se prevé invertir hasta 500.000 millones en infraestructuras de inteligencia artificial en los próximos cuatro años.

Son no ha ocultado su visión: dominar los cimientos de la próxima revolución tecnológica. Y los semiconductores son el corazón de esa visión. “Creemos que la manufactura avanzada de semiconductores en Estados Unidos jugará un papel decisivo en el futuro, e Intel será un actor fundamental”, señaló el empresario en un comunicado.

Una apuesta de futuro incierto

Aunque la inversión de SoftBank representa un voto de confianza, la incertidumbre sigue siendo enorme. Intel se enfrenta al reto de recuperar relevancia en el mercado de la inteligencia artificial, donde Nvidia ha impuesto un dominio casi absoluto. Además, la empresa debe demostrar que puede convertir su ambicioso negocio de fundición en un motor rentable, algo que por ahora se percibe más como promesa que como realidad.

La acción, que este año acumula un repunte del 18% tras el desplome histórico de 2024, refleja tanto la esperanza como la desconfianza de los inversores. El respaldo de SoftBank puede servir como catalizador, pero el verdadero desafío para Lip-Bu Tan será traducir ese capital en contratos sólidos y avances tecnológicos que devuelvan a Intel al centro del tablero.

El futuro de la compañía se decidirá en la intersección entre la geopolítica y la innovación: entre la presión de Washington por garantizar la soberanía tecnológica y la capacidad de Intel de reinventarse en un ecosistema donde los líderes de la nueva era ya han tomado posiciones.

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