Estados Unidos

Nasdaq pide negociación bursátil casi ininterrumpida

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Durante más de un siglo, el latido de Wall Street ha seguido un horario predecible, marcado por campanas que abrían y cerraban sesiones en función del huso horario de Nueva York. Ese ritmo, heredado de una época de papel, teléfonos y corros físicos, está a punto de romperse definitivamente. Nasdaq, uno de los mayores mercados de valores del mundo y epicentro de la industria tecnológica estadounidense, se prepara para dar un paso decisivo hacia una negociación prácticamente continua, reflejo de una transformación más profunda del sistema financiero global.

La compañía planea presentar ante la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC) la documentación necesaria para ampliar su horario de negociación hasta las 23 horas diarias durante los días laborables. No se trata de un ajuste marginal, sino de una redefinición estructural del funcionamiento del mercado bursátil estadounidense, impulsada por la globalización del capital, la digitalización de las infraestructuras financieras y una demanda creciente por parte de inversores que ya no operan en un único huso horario.

La globalización del capital empuja los límites del mercado

El atractivo de las acciones estadounidenses no deja de crecer fuera de las fronteras del país. Hoy, Estados Unidos concentra cerca de dos tercios del valor total de las empresas cotizadas a nivel mundial, y las tenencias extranjeras de acciones estadounidenses alcanzaron los 17 billones de dólares el año pasado. En este contexto, el horario tradicional de Wall Street empieza a parecer anacrónico para inversores en Europa, Asia o América Latina que desean reaccionar en tiempo real a acontecimientos económicos, políticos o empresariales que ocurren cuando los mercados estadounidenses están cerrados.

Nasdaq no es ajena a esta realidad. La bolsa que alberga a gigantes como Apple, Nvidia o Amazon lleva tiempo observando cómo crece la actividad fuera del horario regular, especialmente durante la noche estadounidense, cuando los mercados asiáticos están plenamente activos. Según directivos de la compañía, muchos inversores internacionales ya buscan exposición a valores cotizados en Nasdaq a través de sistemas alternativos de negociación que operan fuera de las bolsas tradicionales. El movimiento hacia un horario casi continuo pretende, en parte, recuperar esa actividad y canalizarla hacia el mercado oficial.

Este giro no es aislado. Otras grandes plataformas, como la Bolsa de Nueva York o Cboe Global Markets, también han anunciado planes para avanzar hacia esquemas de negociación las 24 horas. La competencia entre infraestructuras bursátiles se libra ahora no solo en comisiones o tecnología, sino también en accesibilidad temporal.

Un nuevo diseño para el día bursátil

El plan de Nasdaq contempla pasar de las 16 horas actuales de negociación a un esquema de 23 horas, cinco días a la semana. En lugar de las tres sesiones actuales —premercado, sesión regular y posmercado— el nuevo modelo se estructuraría en dos grandes bloques. La sesión diurna arrancaría a las cuatro de la madrugada y se extendería hasta las ocho de la tarde, manteniendo los hitos tradicionales de apertura y cierre oficiales. Tras una pausa técnica de una hora, destinada a tareas de mantenimiento, pruebas y compensación de operaciones, comenzaría la sesión nocturna, que se prolongaría desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana del día siguiente.

Este rediseño no es un simple alargamiento del horario, sino una reorganización profunda del calendario bursátil. La semana de negociación comenzaría el domingo por la noche y concluiría el viernes al final de la sesión diurna, acercando el funcionamiento del mercado de acciones al de otros activos financieros que ya se negocian casi sin interrupción.

El éxito de esta transición, sin embargo, no depende únicamente de Nasdaq. Requiere una modernización coordinada de las infraestructuras que sostienen el mercado, desde los sistemas que consolidan y difunden los precios hasta los mecanismos de compensación y liquidación. En este sentido, la Depository Trust and Clearing Corporation, el corazón del sistema de clearing estadounidense, tiene previsto habilitar la compensación continua de acciones antes de que termine 2026, un paso imprescindible para que la negociación ininterrumpida sea viable a gran escala.

Oportunidades y riesgos de un mercado que nunca duerme

Los defensores de la negociación casi permanente argumentan que este modelo hará los mercados más eficientes y democráticos, al permitir que los inversores reaccionen de inmediato a la información relevante, sin verse obligados a esperar horas —o incluso días— para ejecutar sus decisiones. Para los inversores internacionales, operar en su propio huso horario supone una reducción de fricciones y una mayor integración en el mercado estadounidense.

Sin embargo, el entusiasmo no es unánime. Las grandes entidades de Wall Street observan el movimiento con cautela. El principal temor es que, fuera del horario tradicional, la liquidez sea menor y la volatilidad mayor, lo que podría amplificar movimientos bruscos de precios y aumentar el riesgo operativo. Además, la inversión necesaria para adaptar sistemas, personal y controles a un mercado prácticamente continuo no es menor, y no está claro si los volúmenes adicionales compensarán esos costes en el corto plazo.

La historia añade una capa de ironía a este debate. Los horarios bursátiles actuales se establecieron cuando las órdenes se escribían a mano y los corredores debían estar físicamente presentes en la sala de negociación. Hoy, cuando la mayor parte del trading es electrónico y algorítmico, mantener esas limitaciones temporales parece cada vez menos justificado. La pregunta ya no es si la tecnología lo permite, sino si el ecosistema financiero está preparado para gestionar las consecuencias de un mercado que nunca cierra.

En última instancia, la apuesta de Nasdaq refleja una convicción clara: el centro de gravedad de los mercados financieros se ha desplazado de lo local a lo global, y el tiempo se ha convertido en una variable competitiva más. Si la iniciativa prospera, Wall Street podría entrar en una nueva era, en la que las campanas pierdan su protagonismo simbólico y el mercado funcione, casi sin pausa, al ritmo constante del capital global.

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