En un contexto global marcado por la volatilidad geopolítica, la fragilidad del sistema financiero y un crecimiento alarmante de la deuda pública, los bancos centrales están rediseñando sus estrategias de reservas. El oro, tradicional refugio de valor en tiempos inciertos, ha vuelto a posicionarse como un activo clave. Pero lo novedoso no es tanto el “qué” sino el “cómo”: en lugar de adquirir el metal precioso en los mercados internacionales, cada vez más bancos centrales están comprando directamente a productores locales, particularmente a minas artesanales y de pequeña escala.
Según el último informe del Consejo Mundial del Oro (World Gold Council, WGC), 19 de los 36 bancos centrales encuestados declararon estar adquiriendo oro directamente de productores nacionales. Otros cuatro se encuentran evaluando esta posibilidad. Esta tendencia muestra un avance significativo respecto al año anterior, cuando solo 14 bancos de 57 indicaron estar involucrados en compras locales.
Las razones detrás de este cambio son múltiples. Por un lado, adquirir oro en moneda local evita utilizar valiosas reservas en dólares o euros, permitiendo a los bancos centrales fortalecer sus balances sin comprometer otros activos estratégicos. Por otro, se eliminan intermediarios y se reducen costos logísticos, ya que se prescinde del transporte y la custodia internacional de los lingotes. “Puede argumentarse que es más barato que comprar en el mercado internacional, ya que muchos bancos centrales lo hacen con un leve descuento sobre el precio global”, explicó Shaokai Fan, jefe global de bancos centrales en el WGC.
Países como Colombia, Ghana, Zambia, Mongolia, Tanzania y Filipinas han tomado la delantera en esta estrategia, aprovechando su capacidad minera para convertirla en un activo financiero nacional. En Ghana, por ejemplo, el Gold Board estatal firmó acuerdos en abril para comprar el 20% de la producción de varias compañías mineras. En Tanzania, desde septiembre pasado, los exportadores deben destinar al menos un 20% de su oro para la venta al banco central.
Reservas, soberanía y desarrollo local: una ecuación rentable
Más allá del factor económico, la estrategia tiene profundas implicancias geopolíticas. Tradicionalmente, los bancos centrales adquieren oro a través del mercado extrabursátil (OTC), con sede principal en Londres. Las transacciones se realizan en dólares estadounidenses y los lingotes deben cumplir con los estándares de pureza del programa London Good Delivery (LGD), lo que requiere un refinamiento técnico que no todos los países pueden realizar localmente.
Algunos países, como Filipinas o Kazajistán, cuentan con refinerías acreditadas por la London Bullion Market Association, lo que les permite mantener toda la cadena de valor dentro de sus fronteras. Otros, como Ghana o Zambia, deben enviar el oro al extranjero para su refinación, lo que encarece el proceso. Sin embargo, los beneficios superan en muchos casos a los costos adicionales.
Además de preservar divisas, esta estrategia refuerza la soberanía económica. Comprar oro con moneda nacional permite a los bancos centrales diversificar sus reservas sin sacrificar activos líquidos. “Se pueden aumentar las reservas sin tener que ceder dólares u otros activos de reserva”, señaló Fan. En un mundo donde el dólar enfrenta crecientes cuestionamientos como moneda hegemónica, esta práctica cobra un significado estratégico.
El impacto positivo también alcanza a las comunidades locales. Al comprar directamente a minas artesanales, los bancos centrales pueden ofrecer un canal legal, justo y estable para los pequeños productores, lo que contribuye a reducir la informalidad, frenar el contrabando y mejorar las condiciones laborales. “La compra estatal ofrece trazabilidad y responsabilidad, al tiempo que desvía el oro de redes criminales”, dijo Fan.
No obstante, la iniciativa no está exenta de riesgos. El sector de la minería artesanal ha sido históricamente vinculado a prácticas laborales precarias y daños ambientales. Nicky Shiels, directora de investigación en MKS PAMP, advierte que las compras internacionales, al estar mediadas por bancos especializados, ofrecen mayores garantías reputacionales. Pero también reconoce que los bancos centrales pueden ser agentes de cambio: “Tienen el poder institucional para profesionalizar y sanear la cadena de suministro”.
El oro como escudo ante la tormenta económica global
El resurgimiento del oro como activo clave se da en un momento de gran desconfianza hacia los mercados tradicionales. En lo que va del año, el precio del oro ha subido un 27%, situándose en torno a los 3.330 dólares por onza, según datos de LSEG. Las tensiones entre Estados Unidos y China, la guerra en Ucrania y el incierto panorama económico han disparado la demanda de activos refugio.
Frente a este panorama, el 95% de los bancos centrales encuestados por el WGC creen que sus pares seguirán aumentando sus reservas de oro en los próximos doce meses. La preferencia por activos tangibles, resistentes a sanciones y desconectados del sistema bancario occidental, está marcando un giro silencioso pero profundo en la arquitectura financiera global.
En este nuevo paradigma, el oro local se presenta como una opción no solo viable, sino estratégica: fortalece reservas, impulsa economías locales y refuerza la soberanía económica. Como apuntó Fan, “es una situación en la que todos ganan”. A medida que más países exploran esta vía, el oro que antes dormía bajo tierra podría convertirse en el salvavidas que muchos bancos centrales necesitan para navegar la tormenta que se avecina.