En los últimos años, Asia ha comenzado a dar pasos decididos hacia la desvinculación de su dependencia histórica del dólar estadounidense. Este fenómeno, conocido como desdolarización, no es nuevo, pero está adquiriendo una dimensión completamente distinta en el contexto actual. La combinación de tensiones geopolíticas, incertidumbres económicas y estrategias de cobertura cambiaria ha acelerado una tendencia que podría transformar profundamente el sistema financiero global.
El cambio más palpable se ha visto recientemente en el sudeste asiático, donde la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ha oficializado su intención de promover el uso de monedas locales en el comercio y las inversiones. Esta decisión forma parte de su nuevo Plan Estratégico Comunitario Económico para el periodo 2026-2030, el cual busca reducir la exposición a las fluctuaciones del tipo de cambio mediante acuerdos regionales de pago y la integración de sistemas financieros locales. Con ello, los países miembros pretenden blindarse ante posibles crisis externas y aumentar su autonomía monetaria.
Francesco Pesole, estratega de divisas en ING, señala que las políticas comerciales erráticas, especialmente durante la administración Trump, y la reciente depreciación del dólar, han sido catalizadores de esta transición. De hecho, la cuota del dólar en las reservas de divisas a nivel mundial ha descendido del 70% en el año 2000 al 57,8% en 2024, lo que refleja un cambio de percepción en bancos centrales e inversores institucionales.
Un proceso que se acelera en Asia
La desdolarización está avanzando a diferentes velocidades en el mundo, pero es en Asia donde su impulso es más evidente. Según el Bank of America, esta tendencia en el seno de la ASEAN se intensificará gracias a dos dinámicas principales: la conversión progresiva de depósitos en dólares hacia monedas locales y un aumento significativo en las estrategias de cobertura de divisas por parte de grandes inversores.
Abhay Gupta, estratega de renta fija y divisas en Asia para el Bank of America, afirma que gran parte de los depósitos en divisa extranjera acumulados desde 2022 serán reconvertidos gradualmente, especialmente a medida que los riesgos asociados al dólar se hacen más evidentes.
Más allá del sudeste asiático, los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han comenzado a desarrollar y promover sus propios sistemas de pago como alternativas al SWIFT, lo que permite sortear posibles sanciones o bloqueos financieros por parte de Occidente. En particular, China ha impulsado activamente el uso del yuan en acuerdos bilaterales de comercio, con la intención de consolidar su moneda como un actor relevante a nivel global.
Mitul Kotecha, jefe de estrategia macro en mercados emergentes para Barclays Asia, subraya que el verdadero giro en el discurso actual radica en la percepción del dólar como un arma de presión geopolítica. El uso de sanciones económicas y restricciones financieras por parte de EE.UU. ha llevado a muchos países a replantearse la conveniencia de mantener un alto nivel de exposición a la moneda estadounidense.
Economías asiáticas como Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y China poseen grandes reservas de activos en el extranjero, lo que las posiciona favorablemente para repatriar esos recursos a sus monedas nacionales. Esto, combinado con una creciente actividad de cobertura cambiaria —como la que realizan compañías de seguros y fondos de pensiones— está fortaleciendo la posición de monedas como el yen japonés, el won surcoreano y el dólar taiwanés.
Nomura estima, por ejemplo, que las aseguradoras japonesas han incrementado su ratio de cobertura de divisas del 44% a casi el 48% en los últimos meses. En Taiwán, este ratio alcanza aproximadamente el 70%, lo cual indica una estrategia deliberada para reducir la exposición al dólar.
¿Destronar al dólar o reducir su dominio?
Aunque el avance de la desdolarización en Asia es evidente, los analistas coinciden en que esto no equivale a un inminente colapso del dólar como moneda de reserva global. Cedric Chehab, economista jefe de BMI, sugiere que un cambio estructural solo ocurrirá si EE.UU. intensifica el uso de sanciones o si los gobiernos obligan a sus fondos de pensiones a concentrar sus inversiones dentro de sus propios mercados.
En este sentido, el dólar sigue siendo el activo más líquido, con el mercado de bonos y créditos más profundo del mundo. Pesole insiste en que más que una pérdida de hegemonía, estamos ante una diversificación progresiva por parte de los actores globales, quienes prefieren reducir su dependencia del dólar sin renunciar por completo a él.
Peter Kinsella, jefe global de estrategia de divisas en Union Bancaire Privée, advierte que hay que distinguir entre una simple debilidad temporal del dólar y un proceso más complejo como la desdolarización. A pesar de la disminución en la tenencia de dólares por parte de los bancos centrales, más de la mitad del comercio mundial sigue siendo facturado en dólares, lo cual sostiene la relevancia del billete verde.
Sin embargo, Kinsella prevé que la tendencia de reducir el uso del dólar como activo de reserva continuará. En su opinión, el gran beneficiario de este proceso será el oro, al cual los inversores acuden cada vez más como refugio seguro ante la incertidumbre monetaria.
En conclusión, la desdolarización en Asia no es una moda pasajera, sino una reconfiguración lenta pero persistente del orden financiero global. Aunque el dólar sigue siendo el rey, su trono ya no es tan incuestionable como solía serlo. Y en este nuevo tablero geoeconómico, Asia se está posicionando para jugar un papel más autónomo y estratégico en el futuro de las finanzas internacionales.