El mercado mundial del aceite de oliva, liderado por el productor español Deoleo, parece estar acercándose al final de uno de los periodos más difíciles en su historia reciente. Tras años marcados por condiciones climáticas extremas y sequías prolongadas en el sur de Europa, que redujeron drásticamente las cosechas y llevaron los precios a niveles récord, las perspectivas para el futuro inmediato sugieren una recuperación. Los precios, que alcanzaron máximos históricos en 2023, podrían reducirse a la mitad en los próximos meses gracias a una mejora esperada en las cosechas para la temporada 2024-2025.
Un periodo de crisis sin precedentes
El impacto del cambio climático ha sido devastador para el sector del aceite de oliva, especialmente en países clave como España, Grecia y Túnez. Las sequías y olas de calor de los últimos años redujeron significativamente las cosechas, lo que provocó una escasez de este producto esencial de la dieta mediterránea. El resultado fue un aumento vertiginoso de los precios que puso en jaque tanto a los productores como a los consumidores.
El precio del aceite de oliva extra virgen en Andalucía, una de las principales regiones productoras de España, alcanzó un récord de 9,2 euros por kilogramo a principios de 2023. Esta cifra generó preocupación en la industria, incluso avivando problemas de inseguridad alimentaria y un aumento en los robos en supermercados españoles.
Sin embargo, las señales de recuperación son evidentes. Según Deoleo, los precios han comenzado a moderarse. En noviembre de 2024, el precio del aceite extra virgen en Andalucía había bajado un 19% en comparación con el mes anterior y un 35% respecto al máximo de enero. Este alivio se debe a las estimaciones optimistas para las cosechas de 2024-2025, que podrían duplicar la producción respecto al año anterior. De hecho, se espera que España produzca aproximadamente 1,3 millones de toneladas métricas de aceite, casi el doble de las 670,000 toneladas de la temporada previa.
Una transformación necesaria para enfrentar el cambio climático
Aunque la mejora en las cosechas promete estabilizar el mercado, el sector sigue enfrentando retos importantes. Miguel Ángel Guzmán, director de ventas de Deoleo, subrayó que el impacto del cambio climático plantea una «amenaza existencial» para la industria. Las sequías consecutivas han evidenciado la vulnerabilidad del sector y resaltado la necesidad de adaptarse a un futuro cada vez más incierto.
En respuesta, la industria del aceite de oliva está invirtiendo en nuevas tecnologías agrícolas y en el desarrollo de variedades de olivo más resilientes. Estas iniciativas buscan mitigar los efectos del cambio climático y garantizar la sostenibilidad del sector a largo plazo. Además, Guzmán destacó que la normalización de los precios dependerá de las condiciones climáticas, especialmente de las lluvias, que son cruciales para la producción.
El esfuerzo por transformar la industria no se limita a las mejoras agrícolas. Guzmán también hizo un llamado a una «transformación profunda» del sector para garantizar su viabilidad en un contexto de creciente volatilidad climática y de mercado.
Una perspectiva optimista pero cautelosa
A pesar de las incertidumbres, las expectativas para los próximos meses son positivas. Los precios podrían estabilizarse alrededor de los 5 euros por litro, un nivel considerado razonable en un contexto de mayor producción. Esto representaría un respiro para los consumidores, después de un periodo marcado por precios que oscilaban entre los 9 y 10 euros por litro en los supermercados españoles.
La estabilización del mercado también depende de la calidad de las cosechas, que según los expertos, ha sido notablemente buena en países como Grecia, Túnez y Turquía. La combinación de estas mejoras podría impulsar una caída sostenida en los precios a lo largo de 2025, devolviendo al mercado cierta normalidad después de años de crisis.
En conclusión, aunque el sector del aceite de oliva ha enfrentado una tormenta perfecta de desafíos, las mejoras en las condiciones de producción y los esfuerzos por adaptarse a los cambios climáticos ofrecen un rayo de esperanza. Sin embargo, la industria deberá seguir evolucionando para garantizar su sostenibilidad en un mundo donde las incertidumbres climáticas y económicas son la nueva norma.