Estados Unidos

La burbuja que acecha a Wall Street: entre la euforia y el vértigo financiero

El auge imparable del mercado bursátil estadounidense ha encendido las alarmas de varios expertos que advierten sobre signos claros de exuberancia irracional y una posible burbuja especulativa en formación.

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El verano de 2025 está dejando una huella difícil de ignorar en los mercados financieros. Wall Street vive uno de sus momentos más vertiginosos desde la burbuja puntocom de principios del milenio. El índice S&P 500 no solo ha alcanzado máximos históricos consecutivos, sino que la valoración de las acciones ha superado umbrales que muchos analistas consideran insostenibles. Según datos de Bloomberg, los inversores están pagando más de 3,3 veces las ventas por acción, el ratio más alto registrado en la historia del índice.

Este escenario está acompañado de un ambiente de euforia que recuerda a episodios anteriores de burbujas financieras. El retorno masivo de los inversores minoristas, alentados por fenómenos virales como las «meme stocks», y el resurgimiento de empresas como GoPro y Krispy Kreme en los foros de inversión en línea, sugiere que el comportamiento del mercado está siendo impulsado más por la especulación que por fundamentos sólidos.

Dan Ivascyn, director de inversiones de Pimco, lo resume con contundencia: “Empieza a notarse una mentalidad de billete de lotería. Es una configuración peligrosa.” Su observación remite directamente a la euforia previa al estallido de las punto com, cuando la promesa de una revolución tecnológica nubló el juicio colectivo de los mercados.

Tecnología, criptomonedas y la ilusión de la invulnerabilidad

La ola de entusiasmo no se limita a los valores tradicionales. Las grandes tecnológicas —con Nvidia a la cabeza, ahora valorada en más de 4 billones de dólares— han alimentado el impulso del mercado con revalorizaciones vertiginosas. Meta (la matriz de Facebook) y Nvidia han duplicado su valor desde los mínimos registrados en abril. Rob Arnott, fundador de Research Affiliates, advierte que el mercado está valorando a los principales actores de la inteligencia artificial como si fueran inmunes a cualquier competencia futura.

La situación se complica aún más con la irrupción de las criptomonedas en la corriente principal del mercado. Bitcoin superó los 120.000 dólares por primera vez, impulsado por la percepción de que la victoria electoral de Donald Trump favorecerá la adopción institucional de los activos digitales. En este entorno, empresas como Coinbase han visto subir su cotización casi un 180 % desde abril, mientras que Palantir, beneficiada por contratos gubernamentales, ha escalado un 140 %.

Pero no todo son señales alentadoras. Las advertencias abundan. Un indicador compuesto de Barclays que mide la euforia en renta variable —basado en flujos de derivados, volatilidad y sentimiento de mercado— ha alcanzado el doble de su nivel habitual, situándose en zonas históricamente asociadas con burbujas.

Incluso en el mercado de crédito corporativo, el optimismo se ha desbordado. La prima que exigen los inversores para prestar dinero a empresas estadounidenses de alta calificación frente a los bonos del Tesoro se ha reducido a apenas 0,8 puntos porcentuales, uno de los niveles más bajos desde 2005. Para los analistas de Deutsche Bank, este fenómeno podría ser el síntoma más claro de una euforia comparable a la de 1999 o 2007, años que precedieron a colapsos financieros severos.

Entre los tambores de guerra comercial y la apatía fiscal

Curiosamente, este frenesí bursátil coexiste con un contexto geopolítico y fiscal que debería, en teoría, actuar como freno. La reactivación de las tensiones comerciales por parte de la administración Trump —con aranceles a las importaciones japonesas del 15 % y negociaciones en marcha con la Unión Europea— apenas ha inquietado a los inversores. Al contrario, el alivio ante la ausencia de una guerra comercial abierta ha sido suficiente para avivar aún más el apetito por el riesgo.

Al mismo tiempo, el creciente endeudamiento del gobierno estadounidense y las dudas sobre la independencia de la Reserva Federal han golpeado al mercado de bonos y debilitado al dólar, que ha perdido cerca de un 10 % frente a una cesta de divisas. Sin embargo, las acciones parecen inmersas en una lógica paralela, inmunes al ruido macroeconómico y político.

Luca Paolini, estratega jefe de Pictet Asset Management, lo resume con ironía: “Estos primeros acuerdos comerciales son malos, pero para los inversores cualquier cosa es preferible a una guerra arancelaria total.”

El dilema final: ¿corrección inminente o nuevo paradigma?

La pregunta que domina los debates entre estrategas y gestores es clara: ¿estamos ante una nueva burbuja que está a punto de estallar o frente a un cambio estructural en la forma en que se valoran los activos? Si bien algunos defienden que la revolución de la inteligencia artificial justifica una parte del optimismo, otros señalan que las valoraciones actuales descuentan un futuro sin competencia, sin disrupciones, y con márgenes perpetuamente crecientes.

El riesgo de ser «demasiado pronto» en abandonar los activos populares —como advierte Arnott— frena a muchos gestores de moverse hacia posiciones más defensivas, perpetuando así la inercia del mercado. Pero la historia financiera está plagada de episodios en los que esta misma lógica se convirtió en el preludio de un ajuste brutal.

Sea cual sea el desenlace, los signos de euforia están ahí, y la memoria de crisis anteriores debería bastar para recordar que los mercados, tarde o temprano, terminan ajustando las cuentas con la realidad.

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