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La rupia india entra en 2026 bajo presión: comercio, capitales y la fragilidad de una potencia emergente

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La moneda de la quinta economía del mundo se acerca al cambio de año con una vulnerabilidad poco habitual para un país acostumbrado a navegar la volatilidad global con relativa solidez. La rupia india se ha convertido en la divisa con peor desempeño de Asia en 2025 y todo apunta a que el inicio de 2026 estará marcado por nuevas turbulencias. En un contexto de tensiones comerciales con Estados Unidos, salidas persistentes de capital extranjero y un dólar estructuralmente fuerte, el tipo de cambio se ha transformado en un termómetro incómodo de las dudas que rodean al momento económico y geopolítico de la India.

El deslizamiento de la rupia no es un fenómeno repentino, sino el resultado acumulado de meses de incertidumbre. Tras comenzar el año en torno a 85,6 unidades por dólar, la moneda ha cruzado sucesivos umbrales psicológicos hasta rozar niveles cercanos a 90 y, en sesiones recientes, avanzar incluso más allá. Para muchos inversores internacionales, este movimiento ha servido como señal de alerta en un país que, hasta hace poco, era visto como uno de los grandes ganadores del reajuste de las cadenas globales de suministro.

Comercio con Estados Unidos: la negociación que lo condiciona todo

En el centro de esta fragilidad cambiaria se encuentra la falta de avances en un acuerdo comercial entre India y Estados Unidos. Nueva Delhi figura entre los países con mayores niveles arancelarios del mundo, con tasas que rondan el 50% y que superan incluso a las impuestas a China. Esta realidad ha pesado de forma directa sobre las exportaciones indias al mercado estadounidense desde que los aranceles más severos entraron en vigor a finales del verano.

Las cifras recientes ilustran bien esta tensión. Tras una caída significativa de las ventas a Estados Unidos en septiembre y octubre, el repunte observado en noviembre ha ofrecido cierto alivio, pero no ha disipado el temor a que la incertidumbre prolongada erosione la competitividad de India como destino alternativo para las empresas que buscan reducir su dependencia de China. Economistas de Nomura advierten de que, sin claridad en el frente comercial, el país corre el riesgo de perder parte del impulso ganado en el rediseño de las cadenas de suministro orientadas al mercado estadounidense.

En este contexto, algunas casas de análisis, entre ellas S&P Global Market Intelligence, proyectan que la rupia podría acercarse a las 92 unidades por dólar hacia el final del primer trimestre de 2026. La posibilidad de una corrección al alza existe, pero depende casi por completo de un desenlace favorable en las negociaciones comerciales bilaterales, algo que los analistas sitúan en un horizonte de varios meses, no de semanas.

Capital extranjero y el delicado equilibrio financiero

Más allá del comercio, el otro gran factor que explica la debilidad de la rupia es la actitud de los inversores internacionales. A lo largo de 2025, los flujos de capital han sido mayoritariamente negativos, con retiradas significativas tanto en renta variable como en otros activos financieros. Las salidas acumuladas en bolsa superan con holgura los 18.000 millones de dólares, reflejando un cambio de humor entre los grandes fondos globales, que han optado por reducir exposición ante la combinación de riesgos cambiarios y políticos.

Paradójicamente, esta presión no responde a un deterioro extremo de los fundamentales macroeconómicos. El déficit por cuenta corriente de India se mantiene en niveles considerados manejables, en torno al 1%–1,5% del PIB, lo que sugiere que el problema no es de desequilibrio externo estructural, sino de confianza. Mientras no se produzca una reversión clara de los flujos de cartera, la rupia seguirá bajo presión, independientemente de la evolución de otros indicadores.

Para los inversores extranjeros, la depreciación es una espada de doble filo. Por un lado, abarata la entrada en activos indios y puede mejorar las perspectivas de rentabilidad a largo plazo. Por otro, introduce el riesgo de que un debilitamiento prolongado de la moneda erosione los retornos en dólares y complique la valoración del crecimiento futuro. Esta ambivalencia explica por qué, pese a algunos indicios de atractivo relativo, muchos gestores prefieren mantenerse al margen hasta que el panorama se aclare.

Inflación, exportaciones y el margen de maniobra del banco central

Desde el punto de vista interno, una rupia más débil no es necesariamente una mala noticia en todos los frentes. La depreciación mejora la competitividad de las exportaciones y, en un contexto de inflación moderada, ofrece cierto colchón para absorber el encarecimiento de las importaciones. Para los responsables de política económica, este equilibrio resulta clave: permitir que el tipo de cambio refleje las fuerzas del mercado sin desencadenar un episodio de inflación importada que obligue a endurecer las condiciones monetarias.

El banco central del país, el Reserve Bank of India, ha reiterado su compromiso con un régimen de tipo de cambio flexible, aunque no ha dudado en intervenir de forma puntual cuando los movimientos han sido excesivamente bruscos. Estas intervenciones, descritas por operadores como “agresivas”, buscan más suavizar la volatilidad que defender un nivel concreto, una estrategia coherente con la experiencia de otras economías emergentes en un entorno dominado por la fortaleza del dólar.

Una moneda como reflejo de un momento estratégico

En última instancia, la trayectoria de la rupia es algo más que una cuestión de mercado. Funciona como un reflejo de la posición de India en un sistema económico global en transformación. El país aspira a consolidarse como alternativa manufacturera y tecnológica, pero esa ambición depende de un delicado equilibrio entre apertura comercial, estabilidad financiera y credibilidad política. La moneda, castigada en 2025 y amenazada de nuevas caídas en 2026, encapsula las tensiones de ese proceso.

Si las negociaciones con Estados Unidos avanzan y los flujos de capital regresan, la rupia podría encontrar un suelo y recuperar parte del terreno perdido. Si, por el contrario, la incertidumbre se prolonga, el inicio de 2026 podría confirmar que la divisa seguirá siendo el eslabón más frágil de una economía que, pese a su tamaño y dinamismo, aún no logra blindarse frente a los vaivenes del capital global.

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