Estados Unidos

Electronic Arts deja de cotizar tras ser adquirida por un fondo de Arabia Saudí

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Electronic Arts (EA), creadora de sagas tan icónicas como Battlefield, The Sims y Madden NFL, acaba de protagonizar una de las operaciones corporativas más llamativas de la última década. La compañía estadounidense será adquirida por el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí (PIF), el fondo tecnológico Silver Lake y la firma Affinity Partners, en un acuerdo en efectivo valorado en 55.000 millones de dólares. La transacción supone que los accionistas recibirán 210 dólares por acción, una prima significativa respecto al precio previo en bolsa, y marca el inicio de una nueva etapa en la que la firma dejará de cotizar en Wall Street.

El impacto fue inmediato: tras semanas de rumores, las acciones de EA repuntaron un 15% el viernes anterior al anuncio y un 5% adicional el mismo lunes en el que se confirmó la operación. Se trata de la mayor compra apalancada (leveraged buyout) registrada en la historia de Wall Street, superando incluso operaciones que en su momento parecían insuperables, y refuerza la ambición de Arabia Saudí de consolidarse como un actor estratégico en el entretenimiento digital global.

Arabia Saudí acelera su ofensiva en los videojuegos

El PIF, que ya poseía cerca del 10% de EA, emerge como el principal inversor en la nueva estructura, consolidando su estrategia de diversificación más allá del petróleo y reforzando su apuesta por los videojuegos como un sector con enorme potencial de crecimiento. Esta ofensiva encaja con la hoja de ruta de Vision 2030, el plan saudí para transformar la economía y reducir su dependencia energética.

Junto al fondo árabe se alinea Silver Lake, conocida por su agresiva expansión en el sector tecnológico, y Affinity Partners, la firma liderada por Jared Kushner —yerno del presidente Donald Trump—, que ha puesto especial énfasis en el potencial de EA para seguir creando experiencias de entretenimiento globales. Kushner no dudó en subrayar en un comunicado personal su entusiasmo, evocando incluso recuerdos de infancia como jugador de títulos de EA y destacando la visión “audaz” de la compañía.

El financiamiento de la operación incluye 36.000 millones en capital y 20.000 millones en deuda, con JPMorgan como banco clave en la estructuración. Este nivel de apalancamiento confirma que la transacción no solo es estratégica, sino también una gran apuesta financiera en un mercado que atraviesa una fase de consolidación y transformación.

El futuro de EA bajo propiedad privada

Para EA, la transición hacia una compañía privada abre un abanico de posibilidades. La dirección encabezada por Andrew Wilson, que continuará como consejero delegado, enfatizó en un mensaje a los empleados que los nuevos socios aportan una combinación de experiencia en deportes, videojuegos y entretenimiento que permitirá reforzar las bases del crecimiento. La privatización ofrece margen para realizar inversiones de largo plazo, menos condicionadas por la presión trimestral de los mercados bursátiles.

No obstante, el movimiento plantea interrogantes. El ecosistema de los videojuegos vive un momento de consolidación sin precedentes, con Microsoft cerrando la compra de Activision Blizzard, Sony reforzando su catálogo exclusivo y Tencent expandiendo silenciosamente su influencia global. En ese contexto, la capacidad de EA para mantenerse competitiva dependerá de cómo sus nuevos dueños equilibren la búsqueda de rentabilidad con la necesidad de seguir innovando en un sector que evoluciona al ritmo de la tecnología, la inteligencia artificial y el consumo digital.

El calendario de cierre apunta al primer trimestre del ejercicio fiscal 2027, aunque el acuerdo incluye una ventana de 45 días para que puedan presentarse ofertas alternativas. Aunque improbable, no se descarta que otros gigantes del entretenimiento, desde Amazon hasta Apple, puedan valorar un movimiento estratégico, atraídos por la relevancia del catálogo de EA y su base global de usuarios.

Más que un simple negocio

La dimensión política del acuerdo también es ineludible. El papel de Kushner y la participación mayoritaria de Arabia Saudí subrayan cómo los videojuegos han dejado de ser una industria marginal para convertirse en un instrumento de poder blando y proyección geopolítica. Para Riad, controlar activos culturales y tecnológicos no solo es una estrategia económica, sino una herramienta para influir en la narrativa global y en la forma en que millones de personas consumen ocio digital.

Mientras tanto, para los jugadores de todo el mundo, el acuerdo genera expectativas y dudas a partes iguales. ¿Se mantendrá la independencia creativa de sagas históricas? ¿Habrá una reorientación hacia nuevas experiencias vinculadas a la realidad virtual, los deportes electrónicos o la inteligencia artificial generativa? La respuesta se conocerá en los próximos años, pero lo que resulta claro es que la privatización de EA no es un episodio aislado, sino un reflejo de un cambio estructural en la forma en que el capital global se despliega sobre el entretenimiento digital.

Una apuesta por el largo plazo

Si algo simboliza este acuerdo es el cambio de escala en la industria de los videojuegos. De ser un pasatiempo juvenil, el sector se ha convertido en una de las piedras angulares del entretenimiento mundial, con un mercado que supera los 200.000 millones de dólares anuales y una audiencia que rebasa a la del cine y la música combinados.

EA, bajo el paraguas de sus nuevos dueños, se convierte ahora en un laboratorio de estrategias financieras, tecnológicas y geopolíticas. El desenlace de esta operación marcará no solo el futuro de una de las compañías más influyentes del sector, sino también la dirección hacia la que se encamina la convergencia entre finanzas globales y cultura digital.

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