Estados Unidos

Buffett vende acciones de BYD: el final de una apuesta legendaria en coches eléctricos

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En 2008, cuando Buffett destinó 230 millones de dólares a la compra de 225 millones de acciones de BYD —equivalente entonces al 10% del capital—, el mercado de los vehículos eléctricos aún era incipiente y dominado por la incertidumbre. Charlie Munger, socio inseparable de Buffett, describió al fundador de la compañía, Wang Chuanfu, como “una mezcla de Thomas Edison y Jack Welch”, un reconocimiento a su capacidad para combinar innovación tecnológica y disciplina empresarial. Aquella visión se tradujo en una de las inversiones más rentables de la historia del conglomerado.

Con el paso del tiempo, BYD se consolidó como el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo, superando incluso a Tesla en volumen de ventas. Para Berkshire, la inversión se convirtió en un activo estratégico que revalorizó sus acciones más de veinte veces, hasta que en 2022 comenzó un proceso gradual de desinversión. La decisión de reducir posiciones coincidió con la creciente volatilidad del sector y con la maduración natural de una apuesta que había rendido frutos extraordinarios.

La salida definitiva, confirmada en septiembre de 2025, deja constancia de que incluso Buffett —famoso por su paciencia casi infinita— sabe cuándo dar por concluida una historia de éxito. Los documentos de Berkshire muestran que, al cierre de marzo, el valor contable de su participación en BYD ya se registraba en cero, frente a los 415 millones que aún figuraban a finales de 2024.

BYD ante un nuevo desafío en un mercado saturado

La salida de Buffett coincide con un momento de turbulencia para el fabricante chino. Pese a mantener el liderazgo global en volumen, la compañía enfrenta una combinación de presiones que amenazan su rentabilidad. En el segundo trimestre de 2025, BYD reportó un beneficio neto de 6.400 millones de yuanes (cerca de 895 millones de dólares), un 30% menos que en el mismo periodo del año anterior. La caída marca la primera contracción de beneficios en más de tres años y medio, y refleja los límites de una estrategia basada en la expansión acelerada y en recortes de precios agresivos.

El contexto tampoco ayuda. El gobierno chino ha intensificado su campaña contra las guerras de descuentos, obligando a los fabricantes a repensar sus márgenes. Mientras tanto, las ventas domésticas —que representan el 80% de los envíos globales de BYD— acumulan ya cuatro meses consecutivos de descenso. La propia compañía ha tenido que recortar sus objetivos anuales de ventas hasta los 4,6 millones de unidades, un ajuste de hasta el 16% respecto a lo proyectado inicialmente.

La presión se siente también en los mercados financieros. Tras conocerse la retirada de Berkshire, las acciones de BYD cayeron cerca de un 4% en un solo día, borrando las ganancias que habían comenzado a acumular la semana anterior. En los últimos seis meses, el valor de los títulos ha retrocedido más de un 20%, reflejo de la creciente desconfianza de los inversores frente al nuevo ciclo que se abre para la compañía.

Tesla, la competencia y la política del precio

La estrategia de reducción de precios, que BYD adoptó para consolidar su cuota de mercado, ha estado en gran medida inspirada en Tesla. Sin embargo, la empresa de Elon Musk tampoco atraviesa un buen momento en China. La producción en su planta de Shanghái ha mostrado caídas interanuales, y la compañía ha sufrido su primera disminución anual de ventas globales desde 2011. La coincidencia de debilidades en los dos principales actores del sector refleja que la industria del vehículo eléctrico se adentra en una etapa de maduración menos glamorosa, marcada por la competencia feroz, la erosión de márgenes y la necesidad de diversificación tecnológica.

En ese sentido, BYD parece enfrentar un dilema estructural: consolidar su presencia en mercados emergentes y europeos sin perder la relevancia en su propio mercado doméstico, donde el crecimiento se ha frenado de forma abrupta. A corto plazo, el reto será sostener la rentabilidad sin sacrificar volumen, algo que se antoja difícil en un entorno de precios a la baja.

El legado de Buffett y la incógnita del futuro

El final de esta relación no deja de ser simbólico. Durante 17 años, la presencia de Berkshire Hathaway en el capital de BYD aportó no solo recursos financieros, sino también legitimidad internacional a una empresa que pasó de ser un aspirante local a convertirse en un líder global. El agradecimiento público de los directivos de BYD refleja la importancia que esa alianza tuvo en los años más decisivos para la compañía.

La gran incógnita ahora es si BYD podrá sostener su liderazgo sin el respaldo de uno de los inversores más respetados del mundo y en un contexto de márgenes más estrechos, consumidores más exigentes y gobiernos más vigilantes. El desenlace de esta etapa marcará no solo el futuro de BYD, sino también el rumbo de una industria que, tras años de expansión vertiginosa, comienza a sentir el peso de la competencia y la desaceleración económica.

En definitiva, la salida de Buffett es tanto el cierre de un capítulo histórico como un recordatorio de que incluso las historias de éxito más brillantes están sujetas a ciclos. Lo que queda por ver es si BYD sabrá reinventarse para que la próxima etapa sea tan trascendente como la anterior, o si su historia será recordada como el gran hito que marcó el auge —y quizás el inicio de la madurez— del vehículo eléctrico global.

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