Nvidia ha anunciado que invertirá hasta 100.000 millones de dólares en OpenAI, en lo que ambas compañías describen como uno de los proyectos tecnológicos más grandes de la historia reciente. La inversión se destinará a construir centros de datos capaces de consumir 10 gigavatios de potencia, equivalentes a entre cuatro y cinco millones de procesadores gráficos (GPU). Para dimensionar la escala, se trata aproximadamente del volumen total de chips que Nvidia planea enviar este año, el doble que en 2024.
El consejero delegado de Nvidia, Jensen Huang, calificó la operación de “monumental en tamaño”, subrayando que no se trata únicamente de una transacción financiera, sino de un compromiso estratégico para sostener el desarrollo de la inteligencia artificial de nueva generación. Por su parte, Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, señaló que el reto no es solo científico, sino también logístico: “Tenemos que hacer una investigación puntera, diseñar productos que la gente quiera usar y resolver un desafío de infraestructura sin precedentes”.
En paralelo, la capitalización bursátil de Nvidia reaccionó de inmediato. Las acciones de la compañía subieron casi un 4% tras el anuncio, lo que añadió cerca de 170.000 millones de dólares a su valor de mercado, ya cercano a los 4,5 billones.
El círculo virtuoso entre chips y algoritmos
La operación revela hasta qué punto la revolución de la inteligencia artificial depende de una simbiosis entre el diseño de hardware y el desarrollo de modelos. Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022, la demanda de GPUs de Nvidia ha crecido de forma exponencial, y OpenAI se ha convertido en uno de sus clientes más estratégicos.
Los analistas señalan que la relación tiene un carácter circular: Nvidia financia a OpenAI, que a su vez destina gran parte de ese capital a comprar chips Nvidia. “Es un bucle virtuoso para Jensen Huang”, apuntaba Bryn Talkington, socia de Requisite Capital Management, al referirse a la capacidad de la empresa de Santa Clara para capitalizar el crecimiento del ecosistema que ella misma alimenta.
La magnitud del plan impresiona incluso en un sector acostumbrado a cifras descomunales. Según cálculos de Huang, levantar un gigavatio de capacidad en centros de datos cuesta entre 50.000 y 60.000 millones de dólares, de los cuales aproximadamente 35.000 millones corresponden directamente a chips y sistemas Nvidia. El primer gigavatio de esta nueva infraestructura debería estar operativo en la segunda mitad de 2026, utilizando los futuros sistemas Vera Rubin de la compañía.
Competencia global y socios estratégicos
El acuerdo con OpenAI no aísla a Nvidia de otras alianzas. Microsoft, que ya había invertido miles de millones en OpenAI y desplegado sus modelos en Azure y en la suite Office, sigue siendo un socio fundamental. La nueva inversión de Nvidia se presenta como complementaria, no sustitutiva, de los proyectos conjuntos con Microsoft, Oracle, SoftBank y el denominado Stargate Project.
Aun así, el chipmaker californiano enfrenta un entorno competitivo más complejo que nunca. Advanced Micro Devices (AMD) intensifica su ofensiva en el mercado de chips para IA, mientras que gigantes de la nube como Google, Amazon o Meta desarrollan sus propios aceleradores personalizados. No obstante, por ahora, Nvidia sigue dominando tanto en cuota de mercado como en percepción tecnológica.
La compañía no ha limitado sus movimientos a OpenAI. En los últimos días ha revelado un paquete de inversiones que incluye 5.000 millones de dólares en Intel para colaborar en procesadores de IA, casi 700 millones en la startup británica Nscale y cerca de 900 millones para incorporar al equipo directivo y la tecnología de la firma Enfabrica.
El futuro de la IA: escala masiva y presión regulatoria
OpenAI, que recientemente fue valorada en 500.000 millones de dólares en un mercado secundario, afronta ahora la tarea de atender a más de 700 millones de usuarios semanales. La infraestructura que busca levantar con Nvidia es, en gran medida, una respuesta a esa demanda, pero también una apuesta por modelos más potentes, capaces de ir mucho más allá de las aplicaciones actuales.
Altman resumió el horizonte en pocas palabras: “Esperen mucho de nosotros en los próximos meses”. Sin embargo, el desafío no es solo técnico o financiero. La escala de los proyectos de IA plantea también interrogantes en materia de regulación, consumo energético y concentración de poder en manos de unas pocas corporaciones.
Si la alianza entre Nvidia y OpenAI logra materializar sus objetivos, podría redefinir la frontera tecnológica y consolidar un nuevo estándar de infraestructura para la inteligencia artificial global. Pero también marcará un punto de inflexión: la IA dejará de ser vista como un experimento disruptivo para convertirse en el mayor proyecto industrial del siglo XXI.