Europa

El auge de las startups de defensa: Europa se rearma con capital privado

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09.04.2023, Ukraine, Bachmut: Ein ukrainischer Soldat startet eine Drohne im Gebiet der schwersten Gefechte. Die ukrainischen Streitkr‰fte haben nach Angaben des Generalstabs in Kiew seit Ostersonntag rund 60 russische Angriffe abgewehrt und auch sechs Drohnen abgeschossen. Am aktivsten sei der Gegner im Raum Donezk im Osten, teilte der Generalstab am Montag (10.04.2023)( in Kiew mit. Foto: LIBKOS/AP +++ dpa-Bildfunk +++
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La guerra en Ucrania no solo ha transformado el panorama geopolítico europeo, también ha reconfigurado el mapa de las inversiones. Tres años después de la invasión rusa, un sector que hasta hace poco apenas atraía el interés del capital riesgo se ha convertido en el nuevo imán de fondos y emprendedores: la defensa. En un continente que ha pasado décadas priorizando la paz y la integración, la carrera por rearmarse está dando un impulso inédito a la innovación militar y tecnológica, con startups emergiendo como protagonistas inesperadas.

Del desinterés al frenesí inversor

Antes de 2022, la idea de que un fondo de capital riesgo europeo apostara de manera decidida por empresas de defensa parecía casi impensable. El gasto militar se percibía como un asunto reservado a gobiernos y grandes contratistas, mientras los inversores preferían áreas como el software empresarial o las energías renovables. Sin embargo, la invasión rusa marcó un punto de inflexión. Desde entonces, el capital privado ha fluido con intensidad hacia compañías centradas en ciberseguridad, inteligencia artificial aplicada a sistemas militares, drones y satélites.

Los datos lo confirman: en 2024 las inversiones de capital riesgo en startups de defensa y seguridad en Europa alcanzaron los 5.200 millones de dólares, según Dealroom y el fondo de innovación de la OTAN, una cifra récord en un mercado donde la financiación general de startups había caído. Y el ritmo no se detiene. Analistas de Morningstar señalan que en 2025 se ha producido una nueva aceleración, impulsada por el compromiso de los países de la OTAN de elevar su gasto en defensa hasta el 5% del PIB y por los planes de rearme de la Unión Europea y Reino Unido.

El resultado es un ecosistema en plena efervescencia, donde los emprendedores encuentran por primera vez la certeza de que no solo habrá contratos públicos, sino también un apetito privado dispuesto a financiar su crecimiento. “La mentalidad ha cambiado por completo: ahora hay un verdadero mercado para estas tecnologías”, resume un socio de un fondo británico especializado en seguridad.

El papel de la innovación y los dilemas del futuro

Buena parte de esta nueva ola de compañías no fabrica tanques ni misiles. Su fuerza reside en el software, la automatización y la inteligencia artificial. Los drones autónomos, las plataformas de ciberseguridad, la tecnología espacial y los sistemas de comunicación encriptada representan las áreas de mayor atractivo. Startups como Valarian en Reino Unido o Quantum Systems en Alemania están demostrando que la agilidad y la innovación rápida pueden ser más decisivas que las estructuras pesadas de los contratistas tradicionales.

El atractivo es evidente: los gobiernos no buscan únicamente productos, sino capacidades adaptables a un entorno bélico en rápida evolución. Sin embargo, el camino no está exento de incertidumbres. A diferencia del sector tecnológico convencional, donde las salidas a bolsa o las adquisiciones multimillonarias marcan el éxito, en defensa aún no se ha visto una primera ola de “exits” significativos. Muchas de las adquisiciones recientes han sido de bajo perfil, centradas más en el ajuste estratégico que en la generación de ingresos. Para los fondos, la gran incógnita es si estas startups podrán transformarse en multinacionales sólidas o si quedarán absorbidas por gigantes estadounidenses con bolsillos más profundos.

En paralelo, la llegada de capital extranjero —sobre todo de Estados Unidos— añade complejidad. Fondos como Scout Ventures, con sede en Texas, ya participan en rondas avanzadas de financiación en Europa. Esto garantiza músculo financiero, pero también plantea preguntas sobre hasta qué punto los países europeos serán capaces de preservar su autonomía tecnológica frente a competidores mucho más consolidados. De hecho, Bruselas ha instado a los Estados miembros a priorizar a las empresas con sede en Europa, aunque es poco probable que se cierre la puerta a la tecnología estadounidense.

Europa frente al espejo: autonomía o dependencia

La paradoja es evidente: Europa necesita reforzar su seguridad, y las startups ofrecen velocidad, flexibilidad e innovación. Pero la región también sigue dependiendo de la potencia financiera y tecnológica de Estados Unidos. Aunque la retórica política apunta hacia una “Europa soberana” en materia de defensa, la realidad es que la cooperación transatlántica sigue siendo inevitable. El riesgo para los emprendedores europeos es convertirse en proveedores secundarios en un mercado dominado por gigantes norteamericanos.

Al mismo tiempo, la presión de la guerra y de las tensiones geopolíticas en Oriente Medio y Asia ha generado lo que algunos inversores describen como una “oportunidad histórica”. El acceso a presupuestos estatales multimillonarios y la necesidad de modernizar las fuerzas armadas en todo el continente abren una ventana de crecimiento sin precedentes. No obstante, se trata de un proceso de maduración lenta. Analistas como Matt Kuppers, cofundador de Defence Invest, recuerdan que pasarán al menos dos o tres años hasta que el aluvión de capital se traduzca en una verdadera ola de innovación desplegada en el terreno.

La cuestión de fondo es si Europa será capaz de construir un ecosistema de defensa que combine la agilidad de las startups con la escala necesaria para competir globalmente. Si lo consigue, el continente no solo avanzará en autonomía estratégica, sino que también consolidará un nuevo sector tecnológico de alto valor añadido. Si fracasa, corre el riesgo de alimentar con capital europeo a los gigantes estadounidenses, manteniendo intacta su dependencia histórica.

Por ahora, la única certeza es que la defensa se ha convertido en el nuevo imán del capital riesgo en Europa. Un sector que hasta hace poco despertaba recelo y desinterés es hoy sinónimo de oportunidad, innovación y —sobre todo— de urgencia geopolítica. El tablero está en movimiento, y las startups son las piezas que pueden redefinir la partida.

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