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Europa acelera el euro digital ante el avance de Estados Unidos con las stablecoins

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La Unión Europea se encuentra en un momento decisivo para su futuro monetario. La reciente aprobación en Estados Unidos de una legislación histórica sobre stablecoins ha encendido las alarmas en Bruselas y en Fráncfort, obligando a acelerar los planes para la creación de un euro digital. No se trata únicamente de una cuestión tecnológica ni de regulación financiera: lo que está en juego es la soberanía monetaria europea en un mundo donde el dinero deja de ser físico y las monedas compiten por influencia geopolítica en el terreno digital.

La historia de las monedas ha sido, en buena medida, la historia del poder. El dólar se convirtió en divisa hegemónica tras la Segunda Guerra Mundial no solo por la fortaleza de la economía estadounidense, sino porque se integró como pieza central en el comercio, la deuda y la energía global. Hoy, ese dominio se expande a un terreno nuevo: el de los activos digitales respaldados por dinero fiduciario. Y Europa, que en 1999 sorprendió al mundo con la creación de la moneda única, corre el riesgo de quedarse atrás.

El terremoto estadounidense: la Genius Act y el ascenso del dólar digital

El Congreso de Estados Unidos aprobó el pasado mes la llamada Genius Act, una norma que regula un mercado de stablecoins valorado en 288.000 millones de dólares y dominado casi en su totalidad por tokens respaldados en dólares. La medida, fruto de años de presión del sector cripto y del pragmatismo de Wall Street, consolida el liderazgo estadounidense en esta nueva frontera financiera.

Empresas como Circle y Tether controlan la mayor parte del negocio, con monedas estables que funcionan como puentes entre el sistema bancario tradicional y el universo blockchain. Para los reguladores estadounidenses, la ley otorga seguridad jurídica, atrae inversión y, sobre todo, refuerza el papel del dólar como divisa de referencia en el comercio digital.

El impacto en Europa ha sido inmediato. Según fuentes consultadas en Bruselas, la aprobación de la norma “ha sacudido” los cimientos de la estrategia comunitaria. La Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) debaten ahora si el euro digital debe lanzarse sobre una infraestructura privada —controlada directamente por el banco central, siguiendo un modelo similar al yuan digital de China— o sobre blockchains públicas como Ethereum o Solana, lo que aumentaría su alcance global pero plantearía serias dudas de privacidad.

Europa entre la urgencia y la indecisión

El euro digital no es un proyecto nuevo. El BCE lleva al menos cuatro años investigando su viabilidad y posibles aplicaciones. Su objetivo declarado es ofrecer a los ciudadanos un medio de pago seguro, gratuito y garantizado por el banco central en un contexto de progresiva desaparición del efectivo. Pero hasta ahora, el debate avanzaba a un ritmo pausado, con la expectativa de lanzar un prototipo a finales de la década.

La Genius Act ha cambiado ese calendario. De repente, la cuestión no es cuándo, sino cómo y a qué velocidad debe Europa responder. “Hay una sensación de urgencia que antes no existía”, reconoce un funcionario europeo. La razón es estratégica: si las stablecoins en dólares continúan expandiéndose en Europa, podrían desplazar al euro como unidad de cuenta y reserva de valor en transacciones digitales.

Ese riesgo se traduce en un dilema político: ¿puede la eurozona permitirse depender de infraestructuras de pago extranjeras en un momento en el que la geopolítica financiera se endurece? Para voces dentro del BCE, la respuesta es clara: no. “Europa no puede permitirse depender en exceso de soluciones de pago foráneas”, advirtió en abril Piero Cipollone, miembro del comité ejecutivo del banco central.

Lecciones de la historia: del patrón oro a la guerra de divisas

El dilema europeo recuerda a momentos históricos en los que los cambios en el sistema monetario global determinaron el equilibrio de poder entre potencias. A finales del siglo XIX, la adopción del patrón oro supuso una transformación radical en las finanzas internacionales. Los países que no se integraron rápidamente quedaron marginados de los flujos de capital globales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el sistema de Bretton Woods consolidó al dólar como divisa hegemónica, respaldada por oro en un principio y por la economía estadounidense después de 1971. Desde entonces, el dominio del billete verde no se ha visto seriamente cuestionado, pese a los intentos europeos con el euro y a los avances de China con el yuan.

La irrupción de las monedas digitales supone una nueva batalla. Como ocurrió con el oro o con el dólar en su día, las reglas del juego se están reescribiendo. Y el retraso puede ser fatal: si el dólar digital en forma de stablecoins gana la carrera, el euro podría quedar relegado a un papel secundario en el comercio internacional y en los pagos transfronterizos.

¿Blockchain pública o privada? El dilema tecnológico

Uno de los debates más sensibles en torno al euro digital gira en torno a su diseño. Una opción es seguir el camino chino: un token emitido directamente por el BCE y operado en una infraestructura privada, con control total de las transacciones. Este modelo permitiría garantizar la privacidad de los ciudadanos y mantener la trazabilidad bajo supervisión estatal.

La otra posibilidad es más audaz: utilizar blockchains públicas ya consolidadas como Ethereum o Solana. Esto permitiría que el euro digital circulase sin fricciones en todo el mundo, aumentando su uso potencial y facilitando su integración con aplicaciones descentralizadas. Sin embargo, esas redes son intrínsecamente transparentes: cada transacción queda registrada de manera pública, lo que despierta resistencias entre los defensores de la privacidad.

El BCE ha reconocido que estudia “diferentes tecnologías —tanto centralizadas como descentralizadas—, incluidas las de registros distribuidos”. De momento, la decisión sigue en el aire, aunque voces dentro del organismo admiten que el uso de blockchains públicas se está tomando “más en serio que antes”.

Impacto en los bancos comerciales y en la política monetaria

Más allá de la tecnología, el euro digital plantea preguntas incómodas sobre su impacto en el sistema financiero. Si los ciudadanos pueden depositar directamente su dinero en una cuenta del BCE a través del euro digital, ¿qué papel quedará para los bancos comerciales? Estos temen una fuga de depósitos hacia el nuevo activo, lo que debilitaría su capacidad de conceder créditos.

El BCE ha tratado de calmar esos temores asegurando que el euro digital no sustituirá al efectivo ni a los depósitos bancarios, sino que actuará como un complemento. Pero muchos expertos advierten que, en situaciones de crisis, los ciudadanos podrían preferir la seguridad de tener su dinero directamente en el banco central, lo que podría provocar retiradas masivas de depósitos y desestabilizar el sistema bancario.

También está la cuestión de la política monetaria. Con un euro digital, el BCE tendría una herramienta adicional para aplicar tipos de interés diferenciados o incluso para inyectar liquidez directamente a los ciudadanos, una especie de “helicóptero monetario digital”. Esto podría revolucionar la manera en que se implementa la política monetaria, pero también plantea serias preguntas sobre el alcance del poder del banco central.

Geopolítica del dinero digital: entre Washington, Pekín y Bruselas

El avance de Estados Unidos y China en la carrera por el dinero digital obliga a Europa a definir su estrategia. Pekín ha desplegado su yuan digital en pruebas masivas, utilizándolo incluso en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. Su objetivo es doble: aumentar el control interno sobre las transacciones y expandir la influencia del yuan en el comercio internacional, especialmente en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta.

Washington, por su parte, ha optado por un modelo híbrido: promover stablecoins privadas pero bajo supervisión regulatoria. Esta vía tiene la ventaja de movilizar la innovación del sector privado sin que el Estado cargue con la complejidad de gestionar la infraestructura tecnológica.

Europa se encuentra atrapada entre estos dos modelos. Su desafío es construir un euro digital que garantice la autonomía estratégica sin frenar la innovación. Una tarea nada sencilla en un continente marcado por la fragmentación política y por un BCE que debe conciliar los intereses de 20 países miembros.

El futuro inmediato: decisión estratégica antes de 2027

Todo apunta a que los próximos dos años serán decisivos. El BCE deberá definir el diseño final del euro digital y lanzar un piloto a gran escala antes de 2027. El reloj corre y la presión de Washington no da tregua.

El riesgo para Europa no es solo económico, sino existencial. Si el euro digital no logra imponerse en el mercado, la moneda única corre el peligro de convertirse en un actor de segunda categoría en el nuevo orden financiero global. Y con ello, la capacidad de Europa de influir en la geopolítica del siglo XXI se vería severamente limitada.

Conclusión: la última llamada para el euro

La digitalización del dinero es inevitable. La pregunta es quién escribirá las reglas de juego. Estados Unidos ya ha dado un paso de gigante con la regulación de sus stablecoins. China avanza con su yuan digital. Europa, por ahora, sigue debatiendo.

Pero la historia demuestra que los rezagados pagan caro su indecisión. Si la eurozona quiere evitar un nuevo ciclo de dependencia del dólar, deberá acelerar con decisión la creación de un euro digital competitivo, seguro y global. No se trata solo de un proyecto financiero: es una apuesta por la autonomía estratégica de Europa en el siglo XXI.

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